Mar de Santiago: haciendo camino donde nace el marisco más rico

Esta ruta ofrece otra manera de aproximase al fenómeno jacobeo: a bordo, entre bateas, y siguiendo la estela de cruceiros por el río ¿Por qué no descubrirlo con la Compostela en mano?

…. embarcamos en el Palleiro Cuatro, un catamarán de veinte metros de eslora que realiza este itinerario desde el año 2014. Nos recibe la tripulación con una invitación a café y bizcocho casero y así arranca una travesía que descubre un remanso de paz en el que en esta época del año se cruzan infinidad de aves con cañaverales y eucaliptales como telón de fondo. Aun en los días más ventosos, este cauce ofrece un refugio que facilita una navegación tranquila; desde cubierta, dejando que la brisa sacuda el rostro, o a buen recaudo en el interior, con la banda sonora de A Santiago voy de Los Tamara o la música de raíz de Treixadura. Toca relajarse y disfrutar.

Santi Domínguez está en el puente, con una mano en el timón y la otra en el micrófono para contar que estamos haciendo el único viacrucis marítimo que existe en el mundo. Son 17 cruceiros de piedra en los que Santiago, Teodoro, Atanarso y otros personajes bíblicos asoman para recibir al viajero ávido de descubrir una tradición secular en la que irrumpe el moderno puente ferroviario del AVE y los aerogeneradores de viento que empequeñecen Xiabre. Son los contrates de este Mar de Santiago que se hace ría a la altura de Abalo (Catoira), descubriendo al viajero un paisaje insólito a sus ojos: los rañeiros aran Os Lombos do Ulla en busca de las preciadas almejas y un poco más allá —dejando atrás las islas de Cortegada, Malveiras y Con Blanco— se extiende un laberinto de estructuras flotantes en las que crece el rico mejillón gallego. Son las bateas a las que, con suerte, el pasaje se podrá acercar para ver la faena en vivo y en directo. Es lo que más le llama la atención a la gente, explica Santi Domínguez: ver como se extrae el marisco y navegar por un mar que parece un lago. Ya queda poco para llegar a Vilanova, donde queda por delante un ritual de nuevo cuño: bautizar la concha de vieira del peregrino en el mar jacobeo.

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